domingo, 9 de febrero de 2014

Sexualidad e infertilidad


Cuando una pareja desea tener un hijo y se pone a ello, con frecuencia imagina que en un par de meses el embarazo va a llegar, entre otras razones porque, a menudo, esa misma pareja se ha pasado años usando uno o varios métodos anticonceptivos para evitar, con temor casi reverente, embarazos no deseados.


Los médicos recomiendan que durante un año, aproximadamente, la pareja intente conseguir el embarazo a su manera. Después de ese tiempo, a veces de menos, en ocasiones de más, suelen decidir ir al médico en busca de ayuda y empiezan un peregrinaje más o menos lento y a menudo doloroso, de pruebas y diagnósticos. En algunas ocasiones las pruebas no son capaces de detectar ninguna anomalía, pero el embarazo no llega. En otras, encuentran claramente una causa de infertilidad en uno o en los dos miembros de la pareja.

La noticia de la infertilidad muchas veces produce un cataclismo sexual. Y digo sexual porque me refiero a que es relativo a los sexos (hombre y mujer). Ser padre o madre suele verse como un derecho y no tanto como una opción. De tal manera que la imagen que cada miembro de la pareja tiene de sí mismo como hombre o como mujer (su sexualidad) se ve afectada de manera directamente proporcional a cómo de firme sea en ellos la idea de que un hombre es un padre potencial y que una mujer es una madre potencial. Estas ideas inciden negativamente en cómo la pareja pueda vivir esta circunstancia.

A veces, entre tanto diagnóstico desfavorable, hay un rayo de esperanza en forma de posibilidad (en ocasiones mínima) de embarazo por medios naturales. En estos casos, la amatoria de la pareja se ve supeditada a un riguroso calendario de días fértiles y de gestos, ya que en sus encuentros eróticos se incluye, obligatoriamente, la penetración vaginal. De este modo, el deber entra en el reino del deseo y con frecuencia con él, las dificultades eróticas y la culpa. Generalmente, una persona que recibe el diagnóstico de una enfermedad grave, no suele hacer un análisis de esa noticia desde la culpa. Con la infertilidad, incluso cuando hay unas posibilidades realmente muy pequeñas de embarazo natural, sucede a veces que la pareja comienza a buscar qué está haciendo mal para no conseguirlo.

Las dificultades en la procreación pueden producir tanto la unión como la desunión de la pareja entorno a este tema según sus puntos de vista sean más o menos coincidentes (¿Someterse a técnicas de reproducción asistida? ¿Adoptar? ¿No hacer ni lo uno ni lo otro y aceptar lo que venga, si viene?), sepan gestionar mejor o peor sus desacuerdos, afloren o no los sentimientos de culpa o las acusaciones (en el caso de infertilidades que se deban exclusivamente a factores masculinos o a factores femeninos), etc.

En la actualidad se puede acceder a la paternidad/maternidad a través del embarazo –conseguido de manera natural o por técnicas de reproducción asistida- o bien a través de la adopción. Todos los modos son igualmente válidos, aunque algunos conlleven más dificultades y sean más costosos en tiempo, energía, dinero y recursos. Independientemente de la forma de acceso, se crean fuertes vínculos emocionales y sentimientos de entrega y cariño en los padres.

La reproducción es el caso más evidente de la sinergia en la pareja (1+1=3), pero no es el único aspecto de la procreación. Acaso sea útil para las parejas que viven estas dificultades comprender que la infertilidad no convierte su relación en infértil, ya que puede seguirles aportando espacios sinérgicos en lo social, lo económico, lo creativo, el crecimiento personal,… donde el sentir el apoyo, la ayuda o la mera presencia del otro miembro de la pareja los posibilita a ambos a llegar aún más lejos de lo que lo hubieran hecho sumando sus recorridos por separado.

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